Marguerite Duras me acompaña desde siempre. Junto con Cortázar, la primera diosa de mi Parnaso particular. Dar clases de literatura es sólo la excusa para volver una y otra vez a los autores y textos que me apasionan. Estas semanas le corresponden a ella. A ese bungalow en la Cochinchina, al dique contra el Pacífico devorado por los cangrejos, al amante de la China del Norte, al amor y al dolor, a la Resistencia política y la del alma, al alcohol, a las volutas de tabaco, a la memoria y la escritura.
«La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida».

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