Cada cierto tiempo siento un hambre voraz de la poesía de Txiki (Sergio Oiarzabal) y corro a mis estanterías, cojo sus libros y releo sus poemas. Y siempre me quedo atrapada en los versos que me dedicó, atrapada en el recuerdo de aquel día en que apareció en clase con el poema manuscrito y me lo regaló, y sá que esa hoja está entre mis apuntes de carrera, pero no sá dónde, así que no los tiro y los conservo, aunque han pasado más de 15 años de aquello. El poema me envuelve, me sigue fascinando como la primera vez, y siento siempre el deseo de tatuármelo en mi piel. Tambián siento la pena de haber perdido a Txiki prematuramente, y con ál perdimos todos la promesa de su obra futura. ❤

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